El plástico contamina y conlleva riesgos para la salud en cada una de las fases de su ciclo de vida, desde la extracción de petróleo y gas hasta el desecho o tratamiento del plástico como residuo.
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Si pensamos que el plástico es, en esencia, petróleo y gas —más otros aditivos químicos que de por sí son altamente perjudiciales—, podremos entender la dimensión de los impactos de los que estamos hablando.
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Mucha de la ropa que llevas, el plato y el vaso de tu almuerzo para llevar, incluso parte de la crema que te pones en la cara, todo eso comienza, en gran medida, en un yacimiento de gas o petróleo y, seguramente, en alguna parte de África, Oriente Medio o Estados Unidos.
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Al depender directamente de los combustibles fósiles de los que derivan, la producción de plásticos está fuertemente localizada en dichas regiones. El viaje de los plásticos comienza con la extracción de sus principales materias primas: petróleo y gases asociados, como el gas natural.
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La dimensión de los impactos.
1. Fase de extracción, producción y transporte del petróleo. Hoy en día, resulta incuestionable que la industria petrolífera tiene efectos inherentes sobre el medio ambiente, la salud y las sociedades. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente reconoce los impactos de esta actividad en cada una de las etapas de la cadena de suministro, es decir, durante la exploración, producción, transporte y refinado del crudo.
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–Acaparamiento y contaminación de recursos hídricos: En la lucha presente y futura por los recursos, la batalla por el acceso al agua es y será clave para la supervivencia humana.
–Contaminación del aire y destrucción de la tierra y el terreno. Las operaciones de gas y petróleo intoxican el aire y emiten sustancias sumamente tóxicas y contaminantes.
–Los impactos ambientales de estas actividades tienen un enorme efecto sobre la salud, tanto de las personas trabajadoras como de las comunidades que viven cerca de estas operaciones.
–La contaminación del agua es, por ejemplo, un problema de salud pública.
-La inhalación de material particulado y de contaminantes como metano o compuestos orgánicos volátiles produce enfermedades cardiovasculares y enfermedades respiratorias, incluidas falta de aliento, inflamación pulmonar y agravamiento del asma.
-La actividad extractiva está fuertemente vinculada a la violación de los derechos humanos, lo dice la experiencia y lo han repetido tribunales locales e internacionales en múltiples ocasiones.
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2. Fase de fabricación del plástico. Tanto el refinado de la materia prima como la fabricación del plástico tienen un impacto directo en el entorno y en la salud de las personas que trabajan en estas actividades y de las comunidades.
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-El impacto de este conjunto en el entorno y las comunidades es explosivo. Además de la gran cantidad de energía que consume este proceso —proveniente principalmente de quemar gas y petróleo 23 —, el refinamiento y polimerización de etileno libera residuos y sustancias tóxicas al agua, la tierra y el aire, incluidos benceno, metales pesados, sulfuro de hidrógeno, gases ácidos, mercurio y dioxinas.
-De nuevo, las principales afectadas por estas actividades son las comunidades vulnerables, compuestas por personas racializadas, marginadas y de bajos ingresos.
-Estas comunidades se enfrentan no solo a la exposición a sustancias tóxicas y a contaminación, sino también a inseguridad alimentaria, la falta de recursos educativos y cobertura sanitaria.
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3. Fase de gestión de los residuos del plástico. El plástico es un material tan persistente y duradero que sus impactos en la salud de las personas y el planeta continúa una vez acabada su vida útil.
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-En los productos plásticos se utilizan al menos 132 sustancias o grupos de sustancias que pueden ser problemáticas para la salud. Estudios científicos coinciden en alertar de los riesgos que supone la incineración para la salud, especialmente de las personas que viven en entornos próximos.
-Considerando estos impactos, no es de extrañar que los vertederos e incineradoras también tiendan a colocarse cerca de comunidades más vulnerables y con menos capacidad para oponerse a estas actividades, esto es, en zonas rurales o donde viven comunidades en minoría étnica y/o con menos ingresos y marginadas de los procesos de toma de decisiones.
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¿Qué pedimos?
Es necesario afrontar la emergencia ambiental y social a la que nos enfrentamos. No sirven las falsas soluciones, hay que desplastificar nuestras sociedades y nuestra comida. Y para ello hacen falta políticas públicas a todos los niveles que impulsen este camino con decisión. Tenemos que reducir drásticamente la fabricación y el uso de los plásticos en todos los sectores productivos y, en concreto, en el sistema alimentario.
Apostar por cadenas de suministro más cortas, con alimentos de proximidad, ecológicos y sin envases o, cuando sean necesarios, reutilizables.
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1. Apoyar las cadenas cortas de suministro, conectando a personas productoras y consumidoras o promoviendo productos locales en la restauración colectiva.
2. Poner a disposición de personas productoras locales infraestructuras y servicios logísticos para impulsar su actividad. Por ejemplo, en Valencia, el Ayuntamiento apoya el derecho histórico a la venta directa de los agricultores y agricultoras valencianas mediante el uso de las instalaciones de Mercavalencia.
3. Fomentar la recogida selectiva de la fracción orgánica de los residuos sólidos urbanos y la elaboración de compostaje de calidad para contribuir a un sistema agroalimentario saludable y libre de tóxicos, además de ayudar a combatir efectos del cambio climático como la desertificación. Por ejemplo, el programa Madrid Agrocomposta ha permitido la recogida de restos orgánicos para su agrocompostaje y posterior fertilización de cuatro explotaciones agrarias.
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Hacia el fin del plástico de usar y tirar
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3. Impulsar la implantación del sistema de depósito y devolución de envases mediante la realización de proyectos a nivel local que sirvan como proyectos piloto para probar y difundir resultados. Por ejemplo, el municipio de Cadaqués (Girona) realizó en 2013 una prueba piloto con la implantación del sistema en comercios pequeños y supermercados. Los resultados fueron, de media, casi un 77% de retorno de los envases vendidos, llegando a superar el 91% de retorno en la última semana.
4. Impulsar la reducción de envases y embalajes mediante la compra pú- blica. Por ejemplo, el Ayuntamiento de Madrid se ha comprometido a incluir el criterio de reducción de desperdicios y embalajes en las instrucciones de compra pública alimentaria y en otros tipos de contratación.
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Incluir criterios de sostenibilidad
y respeto de los derechos humanos en la compra y contratación pública.
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6. Impulsar los menús sostenibles y ecológicos en los centros de titularidad pública como colegios, centros de educación infantil, etc.
7. Priorizar en la contratación pública los sistemas alimentarios locales (SAL), con beneficios sociales y ambientales que trascienden la reducción del uso de plásticos (importante de por sí).
8. Dotar a las cláusulas éticas, sostenibles y de comercio justo de las licitaciones de carácter vinculante
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Evitar la contaminación microplástica de las estaciones de aguas residuales.
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9. Instalar los sistemas de filtrado adecuados en las estaciones de aguas residuales de titularidad municipal o mancomunada que eviten la contaminación de microplásticos de los suelos agrarios cuando los lodos de depuradora son usados como abono agrícola.
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Aumentar la trazabilidad y transparencia en el ciclo de vida de los plásticos
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10. Las autoridades locales pueden desarrollar algunas acciones que contribuyen a unas cadenas de distribución y consumo más transparentes y responsables.
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Descargas
Investigación a cargo de: Adriana Espinosa (Amigos de la Tierra) y Ferrán García (Justicia Alimentaria). Con la colaboración de: Cristina Alonso (Amigos de la Tierra)
La publicación cuenta con la colaboración del Ayuntamiento de Madrid. El contenido de la misma es responsabilidad exclusiva de Amigos de la Tierra y Justicia Alimentaria, y no refleja, necesariamente, la postura del Ayuntamiento.
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