Daniel Vela, el delegado territorial en Cuba de Justicia Alimentaria que está cartografiando los mercados
3 juliol, 2024
Si eres hijo del azúcar y has nacido en la Cuba más oriental, seguro que has mamado el bloqueo económico de Estados Unidos desde la cuna. Y, como no es nada sencillo convertir la carencia crónica de alimentos frescos en una virtud, es necesario dignificar el trabajo de quien es capaz de cartografiar los mercados territoriales cubanos para encontrar soluciones de futuro a la falta de gobernanza, demasiada especulación y la trampa de la privatización encubierta.
El mapa más completo para transformar los mercados cubanos
Todos los recuerdos de niñez de Daniel Vela tienen relación con la caña de azúcar. Se crió en el pueblo Antonio Mace —fundado por su bisabuelo— en la provincia de Holguín. Conocida como el granero de Cuba por las diez centrales azucareras que funcionaban en el momento de máximo esplendor de la industria del ron, hoy sufre un declive progresivo. No quedan ni la mitad de esas fábricas, y la presencia imponente de aquellos edificios gigantes, medio desguazados, hurga en la herida abierta.
Para asimilar el poso de malestar del campesinado, aprendiendo de los errores de los predecesores, este profesor de institutos técnicos agropecuarios, consultor y ex director del Ministerio del Azúcar, decidió especializarse en agricultura familiar y desarrollo rural sostenible. Soltando losas superfluas, aceptó la propuesta laboral de Justicia Alimentaria como delegado territorial en Cuba, con una primera misión muy específica: cartografiar
los mercados territoriales para llevar a término un diagnóstico precoz de la problemática y exponer soluciones viables para garantizar el acceso real a la compra de alimentos frescos, justos y autóctonos para todos.
Por qué estás cartografiando los mercados territoriales cubanos?
Éticamente, me interesa la evolución de los mercados cubanos desde mi época como encargado del Ministerio del Azúcar. Percibí las grietas del sistema desde dentro y quería mejorar las formas de producción estatales, tanto las privadas como las cooperativas. Históricamente, Cuba nunca ha podido cubrir completamente la demanda de alimentos de la población. Sin embargo, cada año acumula grandes pérdidas en el campo, y me interesaba aportar herramientas por entender esta dicotomía, porque es una anomalía que tiene solución. O, más bien, soluciones que tendrían afectación directa sobre los alimentos que llegan a la mesa de los cubanos. Si queremos salir de este embrollo, hemos de dejar de redactar listados eternos de nuestros problemas y empezar a enumerar los puntos fuertes con una clara tendencia hacia el sector público.
¿Hasta qué punto Cuba es autosuficiente con el alimento que produce?
La cesta básica cubana se ha caracterizado por el grano de importación cuando había potencial para producir aquél mismo grano en Cuba. La pregunta es ésta: ¿por qué pagamos con dólares el productor de soja argentino, el productor mexicano de guisantes y el productor canadiense de garbanzos cuando se podría mejorar la infraestructura de producción nacional con aquellos millones? ¿Por qué la mayoría de los fondos económicos se agotan en La Habana y no tienen impacto real en el mundo rural? Los cubanos no podemos seguir rascando allí donde no pica. Piensa que cuando existía el Consejo de Ayuda Mutua Económica (COMECON) —un organismo soviético que tenía el objetivo de gestionar la cooperación económica entre las democracias populares y la URSS, como Vietnam, Mongolia y Cuba—, se importaban frutas que no tenían nada que ver con nuestra dieta local.
¿Dónde sitúas la raíz del problema actual?
Hoy en día, en Cuba hay disponibilidad física de alimentos frescos, pero no hay acceso económico a estos productos. Esto implica que la realidad socioeconómica nacional tiene un impacto fortísimo en la cesta básica. Hasta el punto de que se están arrinconando ingredientes fundamentales de la dieta cubana por las carencias permanentes en el tiempo.
En Cuba hay disponibilidad física de alimentos frescos, pero no hay acceso económico a estos productos.
¿Cómo se ha llegado a esta situación límite?
Toda la producción estatal, privada o cooperativa de los campesinos cubanos, de manera especial la de hortalizas, fruta y grano, desembocaba en una entidad, que todavía existe, que se llama Grupo Empresarial Acopio. Creada en 1986, depende del Ministerio de Agricultura y se encarga de establecer precios y comprar al campesinado todo lo que comemos los cubanos. El problema es que esta empresa siempre ha funcionado mal y acumulaba grandes deudas con los productores, debido una deficiente coordinación de la cadena de valor.
¿Es esta también la opinión imperante entre la campesinado cubano?
La mayoría de los campesinos considera que es una entidad que no debería de haber existido nunca, porque genera un monopolio agrícola, incomoda a los campesinos —que se ven inmersos en la burocracia— y favorece el desperdicio, tanto de recursos humanos como materiales y alimenticios. Es decir,
la producción agrícola es uno de los mayores fracasos del sistema estatista implantado por la revolución.
¿Cuál es la primera peculiaridad que explicarías a un recién llegado para que entienda la naturaleza del comercio de alimentos frescos en Cuba?
Para descifrar la comercialización de productos agropecuarios en Cuba, hay que entender que es una cadena acéfala. Y el hecho de no tener cabeza se percibe en la falta de gobernanza. Todo es demasiado caótico y anárquico. Es decir, el Ministerio de Agricultura se encarga de la producción, el Ministerio de Industria transforma los alimentos y agrega valor, y el sistema de provisión posiciona los productos frescos en su destino. Y cuando digo destino final hago referencia al ámbito social, que es la prioridad cubana.
¿Puedes especificar qué engloba lo social en la alimentación?
Hospitales, escuelas, residencias, militares, etc. Esto está por encima de todo y de todos.
¿Y la alimentación saludable de la población no es una prioridad?
Para que se entienda bien, la alimentación de quien no está enfermo o no es un niño o un militar siempre ha ido a cargo del consumidor y su familia. El predominio del hecho estatal o público sobre lo privado o cooperativo es absoluto. Y en esta tensión económico-política, quien siempre sale perdiendo es el consumidor final.
El predominio del hecho estatal o público sobre lo privado o cooperativo es absoluto. Y en esta tensión económico-política, quien siempre sale perdiendo es el consumidor final.
¿Tiene solución?
Gran parte de la solución implica revitalizar a los mercados territoriales. Ahora bien, para establecer una buena metodología de mercados en Cuba, quizás no podemos adoptar con el piloto automático la metodología recomendada por la FAO.
¿Por qué?
Porque la realidad cubana está sesgada por el bloqueo económico de los Estados Unidos. Un bloqueo histórico que se impuso en 1960, después de la revolución de Fidel Castro y la nacionalización de propiedades de ciudadanos y empresas estadounidenses. Aunque, de hecho, deberíamos hablar
de bloqueos.
¿Hay más de uno?
Sí. El de los ciudadanos que están de verdad afectados por el bloqueo económico y el de los funcionarios que lo justifican, incluso la mala gestión, con la excusa del bloqueo. Las políticas públicas justifican sembrar cultivos de ciclo corto. Esto se debe a numerosos motivos que impiden pensar a largo plazo: la falta de combustible, la escasez de materia prima, la sequía de nueve meses, las plagas, las enfermedades, el cambio climático o un ciclón que arrasa con todo. Son motivos de peso que condicionan el trabajo en el campo y una nueva dieta, que puede acabar convirtiéndose
en el nuevo patrimonio alimenticio cubano. Todo ello escapa a la metodología de mercados territoriales propuesta por la FAO. En muchos países africanos ocurre lo mismo. Puede servir como una guía en el ámbito teórico, sin embargo, en la práctica, Cuba es otra galaxia.
Para establecer una buena metodología de mercados en Cuba, quizás no podemos adoptar con el piloto automático la metodología recomendada por la FAO.
Con la cartografía de mercados de gran parte de Cuba terminada, ¿qué conclusiones destacas?
Principalmente, la carencia de gobernanza. Además, la privatización encubierta del régimen de propiedad; el hecho de que no haya ningún tipo de coordinación entre mercados para compartir información y que no haya mecanismos reales para ejecutar políticas públicas que mejoren el funcionamiento de los mercados; la precariedad laboral de los trabajadores, y la falta de presencia femenina. Todas y cada una de las conclusiones repercuten directamente sobre el precio final de los alimentos frescos.
¿Puedes poner un ejemplo?
Un kilo de patatas cuesta 440 pesos, que equivaldrían a un dólar y pico. A un turista que visite Cuba, le parecerá que es un precio justo, pero para el
sueldo medio cubano, que se acerca al umbral de la pobreza, es un coste elevado que no permite cubrir otras necesidades. Cuando este turista vuelve a casa, contará a familia y amigos que Cuba es una maravilla, ¿verdad? Por eso hay que llevar las gafas locales, si lo que se quiere es entender el problema.
¿Cuáles son las principales diferencias entre un mercado territorial cubano y uno mercado municipal español?
La mayoría de mercados cubanos eran estatales, pero ahora alquilan las paradas a gestores privados y cooperativas. En
España, seguro que todo tiene más maquillaje, es decir, un mercado en Barcelona estará remodelado y la estética formará parte del espacio para atrapar los turistas, con buena señalización, una temperatura adecuada, higiene y servicios para ayudar en el acto de comprar. En Cuba, se está mejorando el diseño de los mercados, pero la proliferación de carretilleros todavía es muy destacada.
¿Quiénes son los carretilleros?
Una figura predominante en los mercados territoriales de Cuba. Echando un vistazo en el mapa, lo que más sorprende es detectar que los carretilleros son miles de centenares de puntos geolocalizados en todas partes del territorio. Suelen vender fruta y verdura fresca al margen de la ley
delante de su casa. La característica aún más especial es la modalidad de pago: te fían hasta que tienes dinero por pagar. Evidentemente, son personas que no pagan impuestos, pero estoy muy a favor de que estén. El problema es otra figura…
¿Cuál?
La del comercializador mayorista de productos agropecuarios. Es la figura legal del autónomo con millones de pesos que puede comprar todas las cebollas de una finca cuando apenas ha salido la flor. Esta persona tiene el poder de marcar los precios. Tiene una capacidad de gestión y de pago más efectiva que el propio Estado! Y esto condiciona todo el sistema hasta la mesa de los cubanos.
Un kilo de patatas cuesta 440 pesos, que equivaldrían a un dólar y pico. A un turista que visite Cuba, le parecerá que es un precio justo, pero para el
sueldo medio cubano, que se acerca al umbral de la pobreza, es un coste elevado que no permite cubrir otras necesidades.
Entonces, ¿interesaría menguar este poder de influencia?
¡Claro! Aunque no se puede realizar administrativamente. Debemos organizarnos y tener más efectividad empresarial, porque la cadena de distribución de alimentos se ha descuidado completamente en todo el país. La inseguridad alimentaria es el denominador común, y todo se está
privatizando de forma silenciosa.
Estar más a favor de una figura alegal —como la de los carretilleros— que de una legal, ¿te comporta muchas desavenencias con el gobierno cubano?
Lo aceptan bastante bien, y lo entienden como una crítica encubierta. Yo sólo quiero unos mercados territoriales más provechosos para todos. También para el Estado. Mi único mérito es que voy con la verdad por bandera, porque la he aprendido con los pies en el suelo y haciendo trabajo de campo.
Entrevista publicada en la revista Arrels.