Opinión UE-Mercosur, el acuerdo que acabará con el modelo de agricultura europeo
11 desembre, 2024
Artículo de opinión de Javier Guzmán, director de Justicia Alimentaria
Publicado de manera original en El Salto
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Toda la producción agroalimentaria familiar, de pequeña escala y que desarrollan la economía local va a salir perdiendo, sea en Europa o los cuatro países latinoamericanos.
Veinticinco años de negociaciones parecen haber llegado a su fin este pasado jueves, con la firma del acuerdo UE-Mercosur en Montevideo. Se trata de un acuerdo que había quedado congelado en las diferentes rondas de negociación, básicamente por el impacto enorme en sectores estratégicos alimentarios de la Unión Europea (UE), el modelo agrario europeo y la salud de las personas consumidoras, impactos que parecieran haberse superado en esta última negociación. Aunque quizás se trata más bien de una consecuencia de los cambios acaecidos a nivel geopolítico y comercial.
En cualquier caso, la mayor parte de noticias se centran en discernir qué países saldrían más beneficiados y cuales menos, en qué oportunidades se abren o se cierran para esta o esa región o qué sectores económicos ganan y cuales pierden. La realidad es que el acuerdo UE-Mercosur (como todos los tratados de libre comercio por otra parte) se entienden mucho mejor si desplazamos el eje de los países o sectores al de tipos de modelos productivos.
La mirada de los acuerdos de libre comercio como una competición entre países es falsa, es una competición entre diferentes tipos de actores económicos.
Es decir, que no gana ni pierde España, Alemania, Argentina o Brasil, ganan determinados actores de España, Alemania, Argentina o Brasil y pierden otros de esos mismos países. La mirada de los acuerdos de libre comercio como una competición entre países es falsa, es una competición entre diferentes tipos de actores económicos, entre modelos socioeconómicos con atributos laborales, ambientales y sociales muy distintos. No son los sectores sino los actores. No son los países, es la estructura social, económica, laboral y ambiental que impulsan determinados modelos frente a otros.
En el caso de la agricultura y alimentación, decir que algunos sectores alimentarios españoles van a salir ganando y otros quizás perdiendo, esconde que en realidad toda la producción agroalimentaria familiar, de pequeña escala, de producciones agroecosistémicas, que desarrollan la economía local y se enraízan en los territorios donde operan va a salir perdiendo. Y da exactamente igual si está en Aragón, Galicia, Mato Grosso o Entreríos. Da igual si es una granja lechera familiar asturiana o de la pampa argentina. Van a perder las dos. Y van a ganar las grandes explotaciones intensificadas, vinculadas directamente a las corporaciones alimentarias y con vocación agroexportadora. Las de aquí y las de allí, y mira por donde, resulta que a menudo son la misma.
Las y los campesinos nunca podrán competir con los fondos de inversión, las grandes empresas agroindustriales y las compañías de exportación e importación agrícolas.
Con el acuerdo UE-Mercosur las pequeñas explotaciones y granjas familiares a uno y otro lado del océano que se ven abocadas a su desaparición. Nos abocan a un mundo alimentario dónde los grandes polos agroalimentarios de producción y exportación serán aún más hegemónicos. Es absolutamente falsa la visión que vende la Comisión Europea de la “competitividad” como fuente de mejora y beneficios. Las y los campesinos nunca podrán competir con los fondos de inversión, las grandes empresas agroindustriales y las compañías de exportación e importación agrícolas quienes monopolizan, acaparan y especulan sobre los mercados de la tierra, el agua y la producción agrícola, y sacan enormes beneficios de estos acuerdos. Esto permite a los grandes actores de destruir y remplazar las formas más sociales y sostenibles de agricultura, sustituyendo nuestro derecho a alimentación por el beneficio de grandes oligopolios.