25 gramos

Campaña por el control de la venta y publicidad del azúcar

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Etiquetado incomprensible

La etiqueta en un producto es la herramienta comunicativa principal que conecta al consumidor y al productor. Es uno de los elementos con el que cuenta el consumidor para elegir su compra, por tanto, está estudiada al detalle por la industria, que ha desplegado varias estrategias para lograr un sistema de etiquetado poco rigurosos, y menos claro.

Las trampas en el etiquetado.
Las etiquetadas nutricionales de los productos alimentarios que encontramos en los estantes de nuestro supermercado están basadas en un sistema de etiquetado diseñado por la industria, el cual ha logrado instalarse en todos los envases que forman parte de nuestra alimentación diaria, y aquí planteamos serias dudas sobre su eficacia y transparencia.

Este sistema de etiquetado está basado en las CDO/GDA (Cantidades Diarias Orientativas / Guideline Daily Amounts).

Las etiquetas se calculan en cantidades diarias recomendadas fijadas por la industria y que no siquiera aparecen en las etiquetas

¿Cómo leer una etiqueta CDO/GDA? Estas etiquetas nos informan de la cantidad de grasas, azúcares, sal y calorías (en porcentaje y gramos) que nos aporta una ración del producto consultado en relación a la Cantidad Diaria Orientativa (CDO) para un adulto. Fijémonos en los azúcares para identificar las trampas en el etiquetado y poder hacer una lectura con criterio.

Los porcentajes que revelan las etiquetas están basados en una CDO de 90 gramos de azúcar al día. ¿Esto significa que para llevar una dieta saludable debemos ingerir esta cantidad al día? NO!! Este dato, fijado por la industria, responde a la cantidad máxima según el lobby. De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) establece en 25 gramos la cantidad recomendada, una diferencia sustancial. Pero claro, si el etiquetado fuera claro y tuviera en cuenta las recomendaciones de la OMS, las cantidades de azúcar se dispararían tan brutalmente que tal vez los consumidores dejarían de comerlos.

“Los datos de las etiquetas están basados en porciones de 30 gramos, ni siquiera representa un bol entero de cereales”

Las cantidades especificadas en las etiquetas se basan en porciones, y no todos los productos se referencian con la misma porción, por tanto, es necesario contar con una calculadora si se quieren comparar productos de una misma categoría y elegir la opción más saludable. Otro hándicap con el que se encuentra el consumidor es la cantidad que especifican como porción. Las porciones acostumbran a ser ridículas (las porciones específicas para los cereales del desayuno no llegan ni a medio bol), de esta manera los porcentajes aparecen en las etiquetas más pequeñitos.

Entonces, ¿la responsabilidad es exclusiva del consumidor?

Uno de los ejes argumentales de la industria alimentaria para sortear propuestas de regulación de normativas más estrictas sobre los productos insanos consiste en situar toda la responsabilidad en el consumidor, apelando continuamente a su libertad de elección. Dicho de otro modo, para la industria la mala alimentación es culpa del consumidor, no de sus productos.

“El 64% de los consumidores no entiende prácticamente nada de lo que lee en las etiquetas donde se detallan los valores nutritivos y los ingredientes”.

Si nos empeñamos en derivar la responsabilidad al consumidor, parecería lógico buscar un sistema de etiquetado que ayude a una toma de decisión racional, libre y de una forma útil. Pero no es así, las etiquetas nutricionales no son ni transparentes ni fáciles de entender, de hecho, el 64% de los consumidores no entiende prácticamente nada de lo que lee en las etiquetas donde se detallan los valores nutritivos y los ingredientes.

El azúcar, la sal y las grasas en exceso son el principal causante del incremento de casos de obesidad y sobrepeso, y detonante de enfermedades serias como la diabetes, depresión, problemas cardíacos, o incluso cáncer. Contar con un sistema de etiquetado útil, entendible y transparente es esencial para velar por la salud de la población. Justamente en dirección opuesta están funcionando ahora las etiquetas nutricionales, especialmente ideadas para que no se entiendan.

Existen alternativas que ya se han implementado con éxito en otros países como por ejemplo el etiquetado de semáforos, promovido por la campaña de “Action on Sugar” en Reino Unido que han sido ampliamente aplaudidas por el público. Los estudios demuestran que mayoría de los ciudadanos prefieren el etiquetado semáforo y que lo consideran más útil y más comprensible.

Por eso, con esta campaña exigimos que se establezca un etiquetado obligatorio para todos los productos alimenticios y bebidas que indique de manera sencilla y clara si contienen altas, medias o bajas cantidades de azúcar en función de las recomendaciones de la OMS. Las etiquetas deben advertir claramente del riesgo que significa el consumo habitual de productos con altos contenidos de este ingrediente.

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