20 junio, 2025

Artículo de opinión de Javier Guzmán, director de Justicia Alimentaria
Publicado de manera original en El Salto Diario
La reciente campaña publicitaria de la farmacéutica responsable de Ozempic —La obesidad puede matar— ha vuelto a poner sobre la mesa, en nuestra opinión, una de las mayores trampas de nuestro tiempo: la conversión de un problema complejo y multifactorial en un simple diagnóstico médico, que se pretende solucionar con pastillas e inyecciones, más allá de que sean legales y debidamente testados. Detrás de la aparente preocupación por la salud pública, a nuestro juicio se esconde, en muchos casos, el interés de negocios multimillonarios de grandes empresas.
No podemos obviar que el malestar, el miedo y la estigmatización de los cuerpos generan beneficios. La gordofobia está tan interiorizada que, de alguna manera, todas las personas tememos engordar. La industria alimentaria y la farmacéutica conforman, en este contexto, una relación preocupante: la primera contribuye a generar el problema al promocionar alimentos insanos y a través de la publicidad y nos hace creer que los cuerpos son imperfectos y mejorables; la segunda propone su supuesto remedio mediante medicamentos que prometen cuerpos ideales que no existen, y que solo alimentan la frustración y el sufrimiento. Un negocio redondo: se genera el malestar, se patologiza y se vende la solución.
Asociar de forma tan directa la obesidad con la muerte y la enfermedad no solo resulta simplista, sino, desde nuestro punto de vista, profundamente injusto. Diversos estudios (Puhl & Heuer, 2009; WHO Europe, 2021) han mostrado cómo el estigma del peso tiene efectos devastadores: aumenta el riesgo de depresión, ansiedad, trastornos de la conducta alimentaria y, además, reduce las probabilidades de que las personas con sobrepeso acudan al sistema sanitario por miedo a ser humilladas. Esto sí que es una forma de violencia social. Este binomio necesita ser cuestionado y transformado. Las personas somos diversas, y el término “normal” es, en este contexto, más un constructo político y comercial que un criterio objetivo.
Frente a la medicalización, creemos que la respuesta está en lo colectivo, en lo cultural y en lo político. Es necesario confrontar esta jerarquización social de los cuerpos y trabajar desde políticas públicas valientes que desactiven el actual proceso de patologización, a la vez que se limite la agresión publicitaria de la alimentación procesada y de las dietas que nos invaden.
Los efectos de la degradación promovida por el actual modelo industrial alimentario exigen que lo transformemos desde un paradigma diferente, uno que ponga la salud y la alimentación como derechos en el centro. La alimentación no puede seguir siendo fuente de malestar y enfermedad; debemos recuperar nuestro patrimonio alimentario y nuestro vínculo sano con él, comenzando por proteger a nuestra infancia.
Parece que el algoritmo instalado en nuestra sociedad es dejad que los niños y niñas tengan problemas con alimentación, que ya vendrán las farmacéuticas y las grandes multinacionales de la alimentación a arreglar el desastre que ellas mismas han provocado, en vez de, por ejemplo, prohibir la publicidad de alimentos insanos destinados a la población infantil.
Es una trampa macabra. Se trata de un problema colectivo enorme que no se arregla por el consumo individual de un fármaco, si no por la transformación de un sistema alimentario profundamente enfermo y nuestra percepción y realidad de nuestros cuerpos, que además mire usted aparte de engordar también envejecemos o tampoco podremos envejecer porque nos harán culpables si algo así nos llegara a pasar, ¿no tenemos derecho a envejecer? ¿También envejecer es una enfermedad?
No podemos seguir dejando en manos de quienes contribuyen al problema la capacidad de definir las soluciones. Frente al negocio del malestar, defendamos el derecho a la alimentación saludable, local, justa y sostenible, y defendamos los cuerpos reales, los de nuestros pueblos, de nuestra historia, de nuestras tierras y de nuestras mesas.
*Foto de i yunmai en Unsplash