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‘El conflicto en Ucrania: guerra y hambre, mucha hambre’. Por Javier Guzmán, director de Justicia Alimentaria

16 febrero, 2022

Artículo de opinión de Javier Guzmán, director de Justicia Alimentaria

Publicado en Nuevatribuna.es.

Ucrania es el gran granero de Europa, pero no sólo eso, sino que es uno de los mayores exportadores de grano del mundo, casi el 75% de su producción se vende fuera, pero si sumamos lo exportado por Rusia, nos encontramos que entre los dos suman el 28% de todo el trigo comercializado a nivel mundial, 60 millones de toneladas ni más ni menos. Producción que puede verse comprometida obviamente por el inicio del conflicto, desplazamiento de personas, campesinos, pérdidas de infraestructuras, etc. Y si se ejecutan las sanciones económicas a Rusia, que si bien no incluyen las alimentarias y agrícolas, a nadie se le escapa que la dificultad de acceso a mercados internacionales y consiguiente crisis financiera provocará roturas en la cadena de suministros y aumento de la presión sobre la disponibilidad de cereales.

Además, no sólo eso, sino que ya conocemos cómo funcionan los mercados especulativos de las mal llamadas ‘commodities agrícolas’, que se disparan y aprovechan los  momentos de inestabilidad, ya sea conflictos, desastres naturales por la expectativa de falta de suministros en el mercado, para hacer sus negocios, que en la pasada crisis de 2008 o 2011 llevó a millones de personas a pasar hambre. Pero es que ahora la situación es mucho peor, la coyuntura es como si hubiéramos dejado abierto la bombona de gas y encendiéramos una cerilla. Llevamos meses con una subida enorme en el precio de los cereales, cercano a superar el techo de las últimas décadas, debido a las consecuencias derivadas de la pandemia, pero también del aumento del precio del gas, materia básica para la fabricación de los fertilizantes nitrogenados.

La producción de pienso industrial en España depende en gran medida del maíz traído de Ucrania

Si el precio del trigo continúa así, acabará arrastrando el precio de otros cereales, el maíz, pero también oleaginosas, y unos y otros irán cayendo como fichas de dominó.

Sabemos que las crisis del pan no son inocuas, ya que el precio de los cereales provoca que millones de personas en el mundo puedan comer o no, y que países del norte de África totalmente dependientes de la importación de trigo ya han vivido enormes conflictos en el pasado, como la famosa Primavera Árabe.

En este momento habrá quien piense, ¿y a nosotros en España esto nos afecta? Pues sí, y mucho, y ya lo está haciendo, principalmente porque importamos una gran cantidad de trigo y cereales de los mercados internacionales, la misma que producimos, que estamos utilizando mayoritariamente para alimentar cerdos en las granjas industriales, y en cuanto a Ucrania, pues importamos ni más ni menos que el 15 % del trigo y el 30 % del maíz.

España es altamente deficitaria en cereal, importamos casi el 40%, y en el caso del maíz la dependencia es total, superando el 75%. ¿Para que usamos tanto maíz? Para alimentar a la ganadería industrial. Más del 80% de todo el maíz usado en España se destina a los piensos. El maíz es uno de los componentes más importantes (cuantitativa y cualitativamente) de la alimentación industrial ganadera. ¿Quién es el principal proveedor de maíz de España? Efectivamente, Ucrania. Prácticamente una de cada tres toneladas que importamos vienen de allí.

Es decir, que la producción de pienso industrial depende del maíz que es lo mismo que decir que la ganadería industrial depende de Ucrania.

La crítica al hipertrofiado modelo ganadero industrial español no es solamente por los múltiples impactos negativos sobre el clima, medio ambiente o la salud de los seres humanos, es también una crítica a la enorme fragilidad y dependencia de convertir la ganadería en un inmenso hub del comercio internacional.

El precio del maíz en el puerto de Barcelona ha subido, en solo un año, casi un 30%, y las perspectivas indican que el incremento no ha hecho más que empezar. La especulación financiera se ha puesta ya en marcha.

En las últimas semanas, debido a la crisis actual, el precio del trigo ha subido un 10%, al que hay que sumarle lo que ya había subido este año en más de un 50%  y de hecho ya estamos viendo como muchas panaderías se han visto obligadas a subir el precio del pan de entre el 10 y el 30%.

Por tanto, las consecuencias que podría desatar un conflicto en Ucrania son del todo imprevisibles, lo que sí sabemos es que serán dramáticas, y pone una vez más de manifiesto la urgencia y necesidad de transformar nuestro sistema alimentario, globalizado y dependiente que combustibles fósiles que nos expone a problemas cada vez mayores de seguridad alimentaria.