Desperdicio alimentario en las escuelas: 1 de cada 5 platos se queda sin tocar
4 julio, 2025

Cinco colegios de la provincia de València han alzado la voz frente a una realidad que suele permanecer oculta entre las bandejas: cada semana se desperdician casi 100 kilos de alimentos en sus comedores escolares, lo que supone una media diaria de 19 kg por centro. Esta cifra alarmante se ha obtenido gracias al proyecto Escoles que Aprofiten, impulsado por la organización Justicia Alimentaria y financiado por la Generalitat Valenciana, con el objetivo de visibilizar y reducir el desperdicio alimentario desde el ámbito educativo.
El estudio, pionero en la región, revela que 1 de cada 5 alimentos servidos en los menús escolares acaba sin ser consumido. En cifras, se desechan entre 82-128 gramos por comensal, lo que representa un 22% del total del menú. Los platos más afectados por el desperdicio son el primer plato (28%), la ensalada (27%) y el segundo plato (26%). En contraste, el pan (7%) y los postres (10%) presentan menores niveles de desperdicio.
Medir para actuar
La iniciativa no se limita a la recogida de datos. En esta primera fase, los centros han implicado a toda la comunidad educativa —alumnado, personal de cocina, monitores, familias— en un proceso de reflexión y cambio que busca rediseñar los menús, ajustar las raciones, sensibilizar sobre el impacto del desperdicio y dar voz a los y las estudiantes como agentes clave de transformación.
“Los colegios tienen un poder transformador enorme. El comedor escolar es el lugar perfecto para aprender sobre sostenibilidad y alimentación consciente”, destacan desde Justicia Alimentaria.
Un problema ambiental y social
Además del evidente coste económico, el desperdicio alimentario tiene un grave impacto ambiental. Tirar comida es desperdiciar también el agua, la energía y los recursos necesarios para producirla, y supone emisiones de CO₂ que contribuyen directamente al cambio climático. En solo unas semanas de análisis, se podrían haber evitado cientos de kilos de emisiones contaminantes.
“En plena emergencia climática, reducir el desperdicio alimentario es una de las acciones más eficaces… y más olvidadas. Y lo podemos hacer desde los comedores escolares”, subraya el equipo técnico del proyecto.
Un futuro con menos residuos empieza en la escuela
El proyecto entra ahora en su segunda fase, que incluirá la implementación de planes de prevención, la elaboración de materiales educativos, campañas de sensibilización y revisión de procesos de cocina y servicio. Todo ello con un propósito claro: reducir el desperdicio y promover una cultura alimentaria más responsable y consciente desde edades tempranas.
Porque cada bocado que no se tira cuenta. Y si hay un lugar para sembrar el cambio, ese lugar es la escuela.