La tasa del azúcar funciona, ¿y ahora qué?
2 julio, 2018
Artículo de opinión de Javier Guzmán, director de Justicia Alimentaria
Publicado originalmente en El Periódico
La evidencia científica es incuestionable. La alimentación insana es ya la primera causa de enfermedad y pérdida de calidad de vida en el mundo, también en el Estado español.
Para ser claros, la alimentación nos está enfermando y no sólo eso, sino que es lo que más nos enferma y cada vez nos enferma más. Esto es así porque los últimos 20 años nuestra dieta ha cambiado. El 70% de lo que comemos son alimentos procesados. Estos ingredientes críticos viajan a través de la alimentación procesada, fundamentalmente el azúcar, la sal y la grasa.
En el Estado español se ha incrementado muy considerablemente el consumo de dichos ingredientes, a pesar de que la inmensa mayoría de la población sabe que hay que reducirlos. Y huelga decir que la epidemia de la obesidad y la colección de enfermedades que genera este tipo de alimentación afectan mucho más a las familias con menos renta. En el Estado en gasto sanitario derivado de estas patologías llega ya al 20% de todo el sistema público de Salud.
Ante esta situación, la OMS lleva años pidiendo a los estados que introduzcan medidas efectivas, entre ellas políticas fiscales y precios para influir en el patrón de compra. Sin embargo en nuestro país, a excepción de Catalunya, el Estado y resto de comunidades autónomas se niegan a poner en marcha este tipo de iniciativas, alegando los mismos argumentos generados por las propias grandes corporaciones de la alimentación y donde repiten hasta la saciedad que la buena alimentación es cuestión de hábito y decisión individual, y esto ha calado en todo nuestro imaginario colectivo.
No es extraño por tanto que el anterior Ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, echara para atrás el impuesto sobre bebidas azucaradas y acto seguido la anterior Ministra de Sanidad, Dolors Montserrat, en lugar de hacer caso a la OMS, se sacara de la manga un acuerdo voluntario con las empresas para reducir cuando se pueda y, si eso, los niveles de azúcar. En resumen, falsas soluciones que ejercen de elementos de cartón piedra de un decorado a distancia parecen reales, pero cuando las miras de cerca y las tocas te das cuenta de que no son lo que parecen.
El resultado de los estudios
Sin embargo un año después de la instauración del impuesto en Catalunya, los datos de dos estudios independientes son contundentes. La tasa del azúcar ha funcionado, y lo ha hecho mucho mejor que la previsión. Así tanto la Universidad Pompeu Fabra, hace unos meses, como esta semana la Escuela Nacional de Sanidad del Instituto de Salud Carlos III afirman que se ha reducido un 25% su consumo.
Pero los datos premilimares del estudio de este último van más allá, afirma que, “la frecuencia de consumidores habituales de refrescos azucarados ha caído un 25% en una muestra de población de varios barrios de Barcelona con rentas más bajas, en comparación con la tendencia observada en población de barrios con características similares de Madrid”. Lo cual quiere decir que además protege más a la población con más riesgo y vulnerable.
Por tanto ahora los datos están en la mesa y los partidos políticos no pueden esconderse, si realmente quieren defender la salud de sus ciudadanos deben implantar este tipo de tasas de manera urgente, y si no, que nos digan que otros intereses están defendiendo.
Territorio: Estado Español