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El colapso de la agricultura europea empieza en Francia

1 febrero, 2024

Artículo de opinión de Javier Guzmán, director de Justicia Alimentaria

Publicado de manera original en El Salto Diario.

Empezamos a sufrir las consecuencias directas de las movilizaciones de los agricultores franceses, que tienen bloqueadas las carreteras más importantes del país. No es una acción reivindicativa aislada, ya que hace días que la movilización agraria del país vecino está volcando el contenido de camiones provenientes de España sin que ningún medio de comunicación haya puesto mucho interés para llegar al fondo de la cuestión, y eso que la movilización es masiva, como antes ya sucedió en Alemania y Holanda.

No sólo nos ha de llamar la atención lo impactante de las imágenes, ya que los problemas de la agricultura y ganadería francesa son los mismos que afectan a nuestro país y al resto de Europa. Pero antes de analizar la actual crisis, una aclaración: cuando hablamos de agricultores/as, no se trata de un colectivo homogéneo, los hay pequeños dónde es más importante su trabajo que el capital, y grandes empresarios de la agroindustria. Y es que no es igual un agricultor ecológico de verduras y frutas que vende en el mercado local, que las macrogranjas de cerdo y megainvernaderos del sur de España.

La protesta, la colère, pone de manifiesto algo que ya es sabido pero que ahora asistimos a su explosión en tiempo real, que no es sino el fracaso del actual modelo neoliberal globalizado de la alimentación. Es obvio que esta crisis no es de ahora y que lleva décadas de manera silenciosa llevándose por delante el modelo de la agricultura familiar, un modelo atrapado por la falta de renta, de relevo generacional, de aumento de poder por parte de la cadena alimentaria y grandes supermercados y distribuidoras compitiendo en el mundo global. Si ahora explota de manera tan virulenta, en esta época del tardocapitalismo, es porque han aparecido nuevos factores que también amenazan a las grandes empresas agrarias y propietarios. No en vano, quiénes impulsan estas protestas son las patronales agrarias más importantes de Francia.

Este modelo les ha favorecido durante años y sus tentáculos se impulsaron en Europa por los partidos de gobierno durante décadas. Son los mismos que decidieron que la alimentación estuviera dentro de los acuerdos de libre comercio y la expansión de los mismos, y la Política Agraria Común se alineó justamente para favorecer la agroindustria exportadora, acabando con los pocos instrumentos regulatorios que quedaban. Además, una política que ha demostrado ser profundamente injusta en el reparto de sus ayudas, en la que el 20% más pudiente acapara el 80% de las ayudas, y que erosionó el modelo tradicional europeo hasta fulminarlo porque no era “competitivo”.

El problema es la solución, y la que plantea la patronal agraria es seguir en la dinámica de mercado puro y duro. No en vano el lema más repetido y principal reivindicación sigue siendo “queremos competir con las mimas armas”. Pero la cosa tiene enjundia, porque ha llegado el momento de decidir. Una decisión que se ha ido aplazando durante años impulsando a que el modelo agroalimentario corriera con los ojos cerrados hacia delante con la esperanza de que algo cambiara como por arte de magia. El problema es que no corríamos huyendo de nada, sino que lo hacíamos hacia el precipicio. Y ahora el precipicio está aquí, a unos pocos centímetros de nuestros pies.

Se acabó la energía barata. Se acabó el agua. Se acabó hacer ver que el patrón climático no ha cambiado. Se acabó el uso indiscriminado de pesticidas. Se acabaron los fertilizantes sintéticos. Se esfumó la fertilidad natural de los suelos. Se acabó hacer ver que las granjas intensivas no contaminan. Se acabó la época donde la economía pasaba por encima de los grandes conflictos entre bloques. Bienvenidos a la enfermedad asociada a la alimentación procesada y a los trastornos alimentarios que asolan a la población. Ya no hay parches posibles para salvar al actual modelo. La ilusión ha terminado, bienvenidos al desierto de lo real.

¿Y ahora qué? Pues ahora vemos los estertores del modelo y, como acostumbra a pasar, son espasmos violentos. Las patronales agrarias más importantes, situadas frente al abismo, se dan media vuelta y piden algo así como “dejadnos contaminar”, “dejadnos seguir usando el agua que no hay”, “dadnos la energía barata que no existe” o “dejadnos exportar lo que ya no se puede”. Y, la verdad, es una reacción que se entiende perfectamente. El actual modelos les ha llevado hasta ahí. Les hemos obligado a ir hasta ahí.

La contrarreforma agraria se entiende, pero no se puede compartir. Los tímidos avances en materia ambiental o climática a nivel europeo han sido duramente contestados por una gran parte de las organizaciones agrarias europeas. Normal. La patronal, que ve como le llega el agua al cuello -agua que ya tiene ahogados a miles de agricultores familiares de pequeña escala- y pone como objetivo derribar las barreras que necesita para mejorar su competitividad, siguiendo el actual paradigma que nos ha llevado hasta aquí. La misma patronal que ha decidido que la culpa no es de los tratados de libre comercio y desregulación, sino de las normativas medio ambientales y contra el cambio climático. En el mismo momento que la UE está negociando nuevos tratados de libre comercio con los países de Mercosur.

Normativas que en realidad llegan tarde, y que han sido pocas. No tenemos más que ver como a final de año se prorrogó el uso de pesticidas tóxicos como el glifosato o como no salió adelante la normativa para la reducción de pesticidas.

Nos preguntábamos, ¿y ahora qué? Si la descarbonización es obligada. Si queremos proteger el futuro de nuestros hijos. Si la agricultura de Europa no puede ir contra la vida, ¿ahora qué? Pues es el momento de la agricultura familiar y local. Un modelo que es indispensable para los europeos para asegurar nuestra alimentación, salud y medioambiente en este nuevo contexto.

El actual modelo se ha de acabar, necesitamos una verdadera transición ecológica del sistema alimentario, sacarlo de una vez de la dinámica del libre mercado global abandonando este modelo agoexportador basado en el consumo de agua, los hidrocarburos y la explotación de trabadores migrantes.

Se trata de poner la soberanía alimentaria en el centro de la política agraria, nuestra salud y medio ambiente. Necesitamos políticas de transición que aborden de una vez por todas la reconversión de este sistema. No podemos abandonar a los agricultores/as a su suerte. Necesitamos repensar la alimentación y realizar un giro de 360º. La protesta y revolución será necesaria, pero hacia el lado contrario.