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Por una transición alimentaria verde, justa y campesina

8 febrero, 2024

El modelo agrícola industrial derivado de la revolución verde ha llegado a su fin.  El modelo que está por venir será lo que será, pero no tendrá las características de este.

Estamos en el momento crucial en el que debemos decidir qué camino tomar. Nos encontramos delante de una encrucijada histórica en nuestra agricultura, nuestra ganadería y nuestra alimentación, una encrucijada en la que avanzamos hacia modelos realmente sostenibles, justos y saludables, o derogamos los pocos avances conseguidos y damos marcha atrás para volver a un punto de no retorno sin futuro alguno.

El cambio del modelo agrícola actual es imprescindible e inevitable. Las organizaciones sociales, ambientales, animalistas o de derechos laborales, llevan años pidiéndolo sin éxito. No se trata de una falsa lucha entre el mundo rural y el urbano, entre ganaderos y ambientalistas, entre ecologistas y agricultores, se trata de una pugna entre dos modelos productivos y alimentarios. Porque no toda la agricultura es igual ni todas las explotaciones agrícolas y ganaderas son las mismas. Hay que tener claro que el sector primario sufre una crisis capitalista de manual y que las respuestas del capitalismo verde no hacen otra cosa que agravarla.

Es necesario transitar hacia una agricultura agroecológica, basada en pequeñas explotaciones vinculadas a los mercados locales, sí, pero eso la agricultura industrial convencional no va a poder hacerlo sola. Una transición impuesta por la realidad, la climática, que evidencia la falta de recursos naturales como el agua. La de la necesidad de cuidar la salud de la población, la de preservar el medio ambiente. Una alimentación que integre los límites ecológicos y que considere la alimentación como un derecho.

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Buena parte de las reivindicaciones que proclaman las asociaciones agrarias son compartidas, otras no. Básicamente porque unas sí avanzan hacia ese nuevo modelo, mientras que otras profundizan aún más en el actual y agudizan los problemas. Unas responden a los intereses generales y otras a los del agronegocio.

El modelo agrícola convencional, insertado en el engranaje de la industria alimentaria, las grandes empresas del agronegocio y las cadenas de supermercados se ha visto empujado, lentamente, a poner en práctica unos sistemas de producción que han afectado negativamente al medio ambiente, a la salud de las poblaciones y a los verdaderos sistemas alimentarios locales. Este modelo agrícola, conectado también a los polos agroganaderos de exportación, alguna responsabilidad tiene en la contaminación ambiental, en las emisiones de gases de efecto invernadero, en la pérdida de biodiversidad, en el uso masivo de fertilizantes sintéticos y pesticidas altamente tóxicos.

El modelo convencional debe cambiar sí, es imprescindible una transición, pero no a costa de cargarse los pocos avances conseguidos en materia ambiental, climática, laboral o de salud poblacional. Si repasamos las reivindicaciones agrícolas de estos días de movilización nos daremos cuenta de la confusión y desesperación en la que se encuentra el sector.

Tiene todo el sentido del mundo pedir apoyo para los modelos sostenibles vinculados a los mercados locales, también estar en contra de los tratados de libre comercio que solo benefician a las grandes empresas agroexportadoras o exigir precios justos para sus productos. No lo tiene tanto pedir un comercio internacional de alimentos selectivos que permita exportar lo mío e impida importar lo de los otros. Eso se asemeja demasiado a los intereses del sector agroexportador.

Tampoco lo tiene, en un contexto de emergencia climática sin precedentes, pedir energía fósil más barata. De nuevo, eso se parece demasiado a las demandas del agronegocio.

Ni en una situación de escasez de agua y cambio del patrón climático, pedir más agua. Lamentablemente ya no nos podemos permitir una agricultura y una ganadería con un uso intensivo de agua y más cuando buena parte de ella es para exportación. Hay que cambiar a modelos más adaptados al nuevo clima y vinculados al mercado local.

Ni en un momento donde la contaminación ambiental es más que evidente, exigir la derogación de la Agenda 2030. Otra vez: se parece demasiado a las demandas del agronegocio.

Ni cuando se llevan años alertando de los problemas severos de salud poblacional que representa el uso masivo de presencia de tóxicos, celebrar poder seguir usándolos porque el lobby de corporaciones químicas ha conseguido tumbar la regulación europea.

Hay que escapar de una alimentación basada en la negación del respeto por los derechos laborales y las condiciones dignas de vida. Hasta la fecha, tenemos un sistema basado en la explotación de millones de personas, fundamentalmente las más vulnerables con el objetivo de competir en los mercados internacionales. El sistema alimentario ha de sustentar y acompañar el bienestar de las comunidades, no al contrario. Cuando por fin parece que la sociedad ha entendido que los animales tienen derechos y que la producción ganadera tiene que cumplir unos requisitos mínimos, tampoco tiene sentido pedir dar pasos atrás en relación a las leyes y regulaciones de bienestar animal.

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La transición alimentaria debe ser hacia modelos más verdes o no será. La transición alimentaria debe ser hacia modelos más saludables, más animalista y con menor uso de pesticidas. La transición alimentaria debe ser hacia modelos con menos emisores de gases de efecto invernadero, con menos uso de agua y menos atado a los intereses del agronegocio. Hay que cortar de raíz esa correa de transmisión y generar otras más sanadoras. La agricultura y ganadería debe conectarse a las luchas sociales y a los movimientos ambientalistas, climáticos y de derechos humanos y animales, no arremeter contra ellos.

La transición es imprescindible, sí, y también lo son las ayudas para que un nuevo escenario sea posible sin dejar a nadie atrás. Deben ser suficientemente fuerte como para permitir que ese tránsito se produzca, pero hay que caminar en la dirección correcta, no en la opuesta porque ese otro camino no tiene salida.

La transición, como todo fin de un sistema que ha sido hegemónico no será sin conflicto, no será sin que se intenten imponer soluciones continuistas de patada hacia adelante a través fundamentalmente de la ficción tecnológica que nos salvará de todos los males aniquilando la agenda verde. La transición alimentaria necesitará de la revuelta social. Una alianza entre todos los movimientos que están trabajando por un cambo de modelo seria imbatible, pero no lo olvidemos: el modelo debe cambiar sí o sí.

TEXTO EN CATALÁN

Foto de portada: Libros del Zorro Rojo