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No dejar caer a Haití pasa por impedir que ellas también caigan

27 julio, 2023

Madan sara
  • Indagar en los motivos del fracaso de la ayuda humanitaria cortoplacista en Haití es darse cuenta que culpar a los haitianos de todos sus males es un error garrafal

  • “Existe una sabiduría ancestral que no responde a un esquema de ayuda inmediata y estamos comprometidas en no romper ese hilo invisible que conecta la cultura haitiana con la esencia de su alimentación”, dice la coordinadora de Justicia Alimentaria en el Caribe

La primera república negra del mundo en constituirse e independizarse, es hoy el país más pobre de América. Negar la mayor a estas alturas sería una imprudencia. A corte informativo, cada vez que un medio de comunicación informa sobre Haití es para amplificar esa sensación tan agria de nación en colapso permanente sin nadie al volante. Y es cierto que la concatenación de sucesos turbios, entre los que destaca el asesinato del presidente Jovenel Moïse en julio de 2021, ha dejado una indefinición entorno a la sucesión legal a la presidencia con décadas de dictadura que no ayuda a ver el vaso medio lleno dos años después del magnicidio.

La concatenación de desgracias y malas decisiones ha instalado una triple crisis en Haití, una crisis política, humanitaria y de seguridad, que, junto a la devastadora acción de desastres naturales y la epidemia de cólera, ha generado el caldo de cultivo idóneo para que bandas armadas tomaran las calles de Puerto Príncipe, la capital del país, atemorizando a una población en estado de inseguridad alimentaria crónico.

Pese a todo ello, culpar a Haití y a los haitianos de todos sus males endémicos es quedarse en la superficie de una problemática mucho más compleja. Es urgente dejar de comparar a Haití con un infierno del que todo el mundo quiere huir, porque más allá de lo que se deja ver en la superficie, existen razones soterradas de carácter histórico, social, político y humanitario para ahondar en posibles soluciones y no tanto en acrecentar problemas que fijan prejuicios.

En esta postura constructiva, largoplacista y más o menos optimista, se mueve Celeste Solano Jáquez, voz autorizada de la Coordinación Regional Caribe de Justicia Alimentaria con acciones en los departamentos Sudeste, Oeste y Noroeste en Haití. “El nivel de compromiso de Justicia Alimentaria para permanecer en el país es altísimo. Estamos presentes en Haití con acciones financiadas desde 2003. Tenemos una historia de trabajo y una apuesta clara para defender su soberanía alimentaria, Sin duda, Haití es uno de los retos más grandes de la organización”.

El fracaso de la ayuda humanitaria cortoplacista

Celeste Solano usa el término “reto” con conocimiento de causa. Son muchas las organizaciones internacionales que han huido de Haití por diferentes razones. Algo que recoge un extenso reportaje de la BBC Mundo titulado ‘El fracaso de las organizaciones de ayuda humanitaria en Haití’. La palabra fracaso suena contundente, pero es lo que es cuando se deja la labor a medio hacer. “El fracaso de las organizaciones de ayuda humanitaria en Haití estuvo en no llevar a cabo soluciones a largo plazo. Muchas vidas se salvaron por la rápida respuesta de estas agencias justo después del terremoto, pero luego no supieron cómo cambiar su estrategia de asistencialismo», asegura Jocelyn McCalla, activista y colaborador de la Coalición Nacional para los Derechos de los Haitianos en EE.UU. “Se perdieron las oportunidades de apoyar a los comerciantes y negocios locales y se pasaron por alto las estrategias de supervivencia de las poblaciones locales. Muchas de las organizaciones emplearon a personal extranjero que no hablaba ni francés ni creole y nunca habían estado en Haití. Además, son pocas las ONG lideradas por un haitiano», dijo McCalla.para el medio británico.

«Sin duda, Haití es uno de los retos más grandes de Justicia Alimentaria». Celeste Solano

Palabras que ratifica nuestra coordinadora regional en el Caribe, que contrastan con las acciones tomadas con total transparencia desde Justicia Alimentaria. Comparado con otras entidades, Justicia Alimentaria tiene personal local desplazado por el territorio. No dejamos de asumir riesgos, pero es menos complejo porque es gente local que conoce el terreno y goza de proximidad con las organizaciones campesinas. Lo cierto es que más que una organización focalizada en el tema humanitario, cuya presencia es necesaria, la estrategia de Justicia Alimentaria en Haití no se basa tanto en el trabajo post desastre como en construir acciones diseñadas para remontar procesos productivos resquebrajados que van más allá de contribuir con el trabajo inmediato de reconstrucción”, aclara Solano.

El poder expansivo de la mujer haitiana contra el estigma social

Para asumir tal objetivo es de vital importancia ceder todo el protagonismo a las verdaderas heroínas de esta historia, las mujeres campesinas y su relevancia en la cadena productiva haitiana. “Hay una división social un tanto marcada en Haití; las mujeres se vinculan a la comercialización y de aquí la importancia de las Madan Sara”, dice Celeste Solano. “Puedes madrugar, pero nunca te levantarás antes que las Madan Sara”, dice un dicho muy popular entre los haitianos. Y es que esta agrupación de mujeres está en primera línea de combate de la batalla que se libra a diario por una economía más robusta e inclusiva. “Las mujeres valientes cambian el mundo a diario, las mujeres valientes merecen más de lo que la sociedad les da”, defiende el documental Madan Sara del director haitiano Etant Dupain, galardonado como mejor documental en el Festival de Cine del Caribe de 2021.

Mujeres comerciantes de todas las edades que trabajan incansablemente para comprar, distribuir y vender alimentos y otros artículos esenciales en los mercados de todo el país. A pesar de los obstáculos en un sector que carece de inversión, infraestructura y asistencia estatal, a pesar del estigma social que no valoriza su labor, y a pesar de trabajar en los márgenes y de madrugada, las Madan Sara son infatigables y siguen representando el epicentro de la economía familiar haitiana y de su identidad como pueblo soberano. De aquí que Justicia Alimentaria no tuviera ninguna duda en dar relevancia a su labor. “Son ellas quienes ponen puestos móviles cerca de la carretera los días de mercado. Es ahí donde se establecen estrechas relaciones de trueque o compra-venta de productos frescos con la población. Las apoyamos con fondos económicos de comercialización porque no suelen atesorar un capital corriente holgado para poder comprar alimentos en finca. Con nuestras acciones financiadas, su red comercial afianza lazos y se vuelve más sólida para comprar y desplazarse con mayor autonomía”, dice Solano.

Más semillas ancestrales, menos semillas transgénicas

Para la delegación del Caribe de Justicia Alimentaria, fortalecer la sociedad civil y lograr la eficacia de los instrumentos humanitarios pasa por no creer a ciegas que todo lo que viene de fuera será mejor para Haití. Una de las mejores demostraciones de que las acciones de Justicia Alimentaria no son cortoplacistas es la apuesta decidida por el conocimiento y la agricultura haitiana por encima de la imposición de la tecnología exterior. “Existe una sabiduría ancestral que es clave para poder progresar de manera orgánica en Haití. Es una sabiduría ancestral que no responde a un esquema de ayuda inmediata”, asegura Solano.

Buen ejemplo de ello son las políticas casi antagónicas que se siguen respecto a la implantación de semillas. Varios proyectos se decantaron por las semillas tratadas genéticamente. Ya que dan respuesta inmediata a emergencias como el terremoto de 2010 o el de 2021, que comportó la donación de miles de millones de dólares de los que muchos haitianos siguen preguntándose dónde se invirtió todo ese dinero. El problema es que después de esa primera siembra transgénica gracias a ayudas económicas externas, el modelo no se reproducía en siembras posteriores debido a la fuerte dependencia a nivel tecnológico. “Sin embargo, nosotras rescatamos semillas locales que estaban en riesgo de desaparecer ante la situación de desabastecimiento de la población. Redistribuimos semillas locales a través del Instituto de Producción de Semillas en Haití aprovechando un sistema de validación de semillas locales en manos campesinas”, apunta Celeste Solano.

«Existe una sabiduría ancestral en Haití que no responde a un esquema de ayuda inmediata». Celeste Solano

Curiosamente, cuando el equipo de Justicia Alimentaria se reunió con los técnicos de la FAO no tuvieron la respuesta esperada. “Nos dijeron que nuestra estrategia era de bajo impacto, pero no bajamos los brazos. Estamos comprometidas en no romper con el hilo invisible que conecta la cultura haitiana con la verdadera esencia de su alimentación tradicional”.

Brotes verdes en Haití: las fincas faro

Otro factor clave para Justicia Alimentaria es poner en valor las experiencias validadas en otros contextos. Sistemas integrados de producción agroecológica desplegados ampliamente en Cuba que ahora se están extrapolando en Haití con toda esa experiencia validada. “Es un salto cualitativo”, garantiza Celeste Solano. “Apoyamos el trabajo realizado en unas noventa parcelas demostrativas, denominadas fincas faro, para demostrar a la gente local que es factible alcanzar el cierre del círculo productivo. Donde nada se deshecha y todo se reutiliza. En el mundo campesino la teoría está muy bien, pero solo sirve si a la práctica los campesinos ven la validez de las acciones con sus propios ojos. Cuando ven los resultados en las fincas faro es cuando realmente creen en el gran cambio”.

Por supuesto, el contexto es muy difícil incluso para los haitianos que quieren empezar a hacer las cosas bien. “Es importante recalcar a la comunidad internacional que todo es más convulso en Puerto Príncipe con los largos tentáculos de las bandas criminales cercando la ciudad más poblada. En otros departamentos del sudeste por ejemplo, la amenaza de las bandas es inexistente o testimonial. El desgobierno, la ausencia de un cuerpo policial y el colapso de las instituciones es evidente, pero la gente tiene hambre y se organiza para producir alimentos. Que nadie lo olvide: los mercados transfronterizos siguen funcionando pese a todo lo que sucede en Puerto Príncipe, donde cortan el combustible y la electricidad”.

No existe una bola de cristal para aventurar si el futuro de Haití tiene solución. La comunidad internacional insiste de puertas a fuera a querer solventar la situación, pero nadie asume la responsabilidad de puertas adentro. “No hay un compromiso con el país”, aclara Celeste Solano. “El poder político y económico ha sangrado a la nación por beneficio propio. Y el capital de la comunidad internacional tiene una cuota de responsabilidad importante”

«Que nadie lo olvide: los mercados transfronterizos siguen funcionando pese a todo lo que sucede en Puerto Príncipe. La gente tiene hambre y se organiza para producir alimentos». Celeste Solano

Mirando por el retrovisor, la actividad de maquiladoras norteamericanas que se aprovecharon sistemáticamente de la mano de obra barata local y las multinacionales canadienses que vaciaron las minas validan esa tesis. “Las últimas intervenciones exteriores hicieron más mal que bien y se han creado economías burbuja que han generado una hiperinflación que no responde al poder adquisitivo del bolsillo de la población. Ellos se fueron y no dejaron ninguna institución fortalecida. Son las campesinas y campesinos los que siempre han alimentado a su pueblo y tienen el derecho de seguir haciéndolo. Ese es nuestro compromiso”, aclara como coordinadora de Justicia Alimentaria en el Caribe.

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